Cometario
Aristóteles.
Aristóteles, , Libro III, capítulo 9.
«Por tanto, es evidente que la ciudad no es una
comunidad de territorio para no perjudicarse a sí mismos y por el intercambio. Esto
tiene que existir, si es que va a haber ciudad; pero no porque se dé todo ello
hay ya una ciudad, sino que es la comunidad para bien vivir de casas y
familias, en orden a una vida perfecta y autosuficiente. Ahora bien, esto no
existirá si no habitan el mismo y único territorio y contraen matrimonios entre
sí. Por eso surgieron en las ciudades relaciones familiares, fratrías, fiestas
y diversiones para vivir en común. Y tal cosa es fruto de la amistad. Pues la
decisión de vivir en común es amistad.»
Pregunta 1
El texto a comentar pertenece a la Política de
Aristóteles, una de las obras que el filósofo de Estagira redactó mientras
impartía ya clases en el Liceo. Al tratarse, por tanto, de una de sus obras de
madurez. asistimos en ella a un desarrollo pleno del pensamiento aristotélico
alejado ya de las influencias platónicas. Por ello, la Política se caracteriza,
entre otras cosas, por su carácter empírico. no pretende, como la República
platónica, presentar un modelo ideal de Estado, una polis entendida como Idea,
a la manera de Platón, sino, muy al contrario, realizar un estudio basado en la
experiencia sobre la ciudad y sus distintas formas de gobierno. La filosofía de
Aristóteles está marcada por un profundo realismo. tras ser durante veinte años
discípulo de Platón, y seguir varias de sus enseñanzas, Aristóteles consigue
desarrollar una teoría propia que se aleja progresivamente del Idealismo
platónico. El pensamiento de Aristóteles buscar solucionar los problemas reales
desde la realidad misma. No en vano fue el fundador de la biología. pero sin
renunciar por ello a un pensamiento formal, pues es también padre de la lógica.
La biología y el estudio de la naturaleza aparece en toda su obra: a partir de
ella se incorporan conceptos como el de fin, o el de autosuficiencia, que
definiremos un poco más adelante. A este nivel, la importancia filosófica e
histórica de Aristóteles se enorme: fue preceptor de Alejandro Magno. y sus
aportaciones a diferentes ciencias aún siguen siendo discutidas hoy: lógica y
biología, pero también física, metafísica ética y política, en un intento de
abarcar todos los saberes de su tiempo y aportar ideas originales a todos.
La Política responde, como hemos dicho, a este
carácter empirista del pensador griego: pretende ser sobre todo un estudio de
la polis. de su origen y necesidad para el desarrollo de la vida humana, de sus
diferentes clases, y de la forma de gobierno más adecuada, sin que en ningún
momento deba entenderse de un modo universal, eterno, necesario o absoluto,
sino siempre sujeto a las circunstancias y necesidades de cada pueblo. En su
obra encontramos la primera clasificación de los regímenes de gobierno de la
filosofía occidental, y todos estos aspectos harán que se convierta en una obra
de referencia obligada para el pensamiento político a partir del siglo XIII,
cuando el pensamiento aristotélico es recuperado para Occidente. Este carácter
empírico de la Política se refleja a la perfección en un dato crucial para
comprender el texto: la obra de Aristóteles está impregnada de la forma de vida
propia de las polis griegas: la polis, se convierte, así, en el lugar propio y
específico de la vida feliz. de modo que, como ocurriera en la propuesta
política de Platón, la relación que se establece entre la ética (de la que nos
ocuparemos en la siguiente pregunta) y la política es muy estrecha. El hombre
que no vive en la ciudad, dirá Aristóteles, es una bestia o un dios, una pieza
fuera del tablero.
El fragmento del comentario pretende delimitar
qué es una polis, y cuál es la finalidad de la misma. Las preguntas a las que
podría contestar este fragmento son: ¿qué es la polis? ¿Para qué se forma?
¿Cuál es el fin último de la polis? Y aquí es precisamente donde aparece el
contenido ético del que acabamos de hablar: si el fin de la ética es, como
veremos, determinar la felicidad del individuo, el fin de la ciudad será
precisamente que el hombre se realice dentro de ella. Una buena polis, una
buena ciudad, es aquella en la que el hombre puede desarrollar todas sus
capacidades, aquella ciudad que posibilita y facilita que el hombre sea feliz.
Ética y política aparecen íntimamente conectados. el individuo no puede ser
feliz en una ciudad injusta, ni puede haber una ciudad justa formada por
individuos que no se realicen dentro de ella.
Ahora que hemos contextualizado el autor, la
obra y el fragmento, caracterizaremos brevemente los conceptos subrayados:
Ciudad. en el mismo texto aparece la mejor
definición posible: “comunidad para bien vivir de casas y familias”. La ciudad
es el lugar específico del ser humano, allí donde el hombre llega a ser
verdaderamente hombre, a realizar todas sus disposiciones: a ser feliz. Por
eso, la ciudad no es una forma de vida creada sólo para beneficiarse del
comercio, o con una misión puramente defensiva. El fin de la ciudad es la
felicidad del hombre, que es, además, un animal “político”, es decir un animal
que necesita vivir en la ciudad. El hombre para Aristóteles es, esencialmente,
un ciudadano, y por eso la ciudad aparece acompañada siempre de un sentido
ético.
Bien vivir. es la felicidad. En la siguiente
pregunta veremos que Aristóteles define la felicidad en Ética a Nicómaco como
la actividad del arma dirigida por la virtud. Esta identificación entre
felicidad y virtud es concretada un poco más, cuando Aristóteles se refiere a
diferentes modelos de felicidad. Para él, la vida buena se podría identificar
con una vida teórica, acompañada de virtud y de los bienes externos necesarios
(y no más de los necesarios) para llevar esta forma de vida. La felicidad,
piensa Aristóteles, es el fin del ser humano.
Casas y familias. son las unidades elementales
de las que se componen las ciudades, expresión primigenia de la sociabilidad
natural del ser humano. Aristóteles utiliza a menudo una metáfora organicista
para comprender mejor la ciudad: si los individuos pueden entenderse como las
“células” de la ciudad, las casas y las familias serían los órganos de la
misma. Las familias estarían a medio camino entre el individuo y la ciudad.
Muestran la dimensión naturalmente social del ser humano, pero no son
suficientes para lograr la felicidad del mismo.
Vida perfecta. la vida perfecta es la vida del
hombre feliz. Este concepto está directamente relacionado con el de felicidad.
La vida perfecta es la de aquel ser humano que desarrolla su fin, su télos. La
vida perfecta es la vida acabada (en telequia), plena, feliz. La vida perfecta
implica la realización de todas las capacidades o potencialidades humanas, y
esto no puede hacerse si no se vive en la ciudad.
Autosuficiente. concepto tomado de la biología,
quiere decir autárquico, que se basta a sí mismo. Si el ser vivo es ya
autosuficiente, no necesita “relacionarse” con otros para sobrevivir. El
hombre, sin embargo, no lo es, y sólo la vida en la ciudad hace al hombre
autosuficiente. El animal político del que hablábamos antes necesita vivir en
la ciudad y sólo dentro de la misma puede desarrollar una vida que se baste a
sí misma, una vida en la que logre satisfacer todas sus necesidades-
Amistad. puede entenderse como una virtud o
“algo acompañado de virtud”. En cualquier caso, se trata de un elemento
indispensable para que se forme una ciudad compacta, en la que los lazos
sociales vayan más allá del puro interés o del beneficio. La amistad podría
entenderse así, como una de las virtudes necesarias en la ciudad, pero también
como un ingrediente necesario para alcanzar la felicidad. Si el hombre necesita
de los demás para alcanzar la felicidad, la amistad jugará un papel muy
importante en el logro de la misma.
Pregunta 2
Para desarrollar la ética aristotélica nos
ocuparemos especialmente de los siguientes puntos:
El concepto de fin (ética teleológica)
Primera caracterización de la felicidad.
El concepto de virtud.
La prudencia.
Conclusión sobre la felicidad.
Lo primero que hay que decir para caracterizar
la ética aristotélica es que es teleológica. se trata, por tanto, de una ética
de fines, en la que la felicidad será considerada el fin último del ser humano.
Hay que destacar aquí, la importancia de las obras biológicas de Aristóteles de
donde, con toda probabilidad procede el concepto de fin: de la misma forma (por
poner un ejemplo) que el fin de la semilla de un manzano es llegar a ser
manzano, el hombre tendría como fin llegar a ser feliz. Ya desde el comienzo de
Ética a Nicómaco
compara Aristóteles al ser humano con un arquero apuntando al blanco. de la
misma forma que el objetivo de éste es dar en el blanco, el fin del hombre no
puede ser otro que el de ser feliz, alcanzar una vida buena. Cualquier otro fin
no puede sino ser instrumental: siempre cabe preguntar el para qué del dinero o
del placer. Frente a esto, la felicidad es el único fin último del ser humano,
el único fin autárquico, que se basta a sí mismo. Por eso, La Ética a Nicómaco
se convertirá, en cierto modo, en una profunda investigación sobre la felicidad
humana. Una de las grandes preguntas de esta obra será por tanto: ¿Qué es la
felicidad?
Según Aristóteles casi todos están de acuerdo en
que la felicidad es el fin último del ser humano, pero no todos piensan que el
contenido de la felicidad sea el mismo. Aristóteles nos presenta, al menos, 3
modelos:
Los que piensan que la felicidad está en el
placer, la riqueza o los honores.
Aquellos que argumentan que la felicidad
consiste en la satisfacción de una carencia personal: así, la felicidad sería
la salud para el enfermo, la riqueza para el pobre, la cultura para el
ignorante…
Los que no están de acuerdo con ninguna de las
anteriores, y creen que, si las anteriores son positivas, es precisamente
porque contribuyen a otro fin, a otro bien que hace que los anteriores sean
buenos.
Evidentemente, Aristóteles se identificará con
la tercera opción, que, desde su punto de vista, es la única autárquica. Los
placeres y las riquezas son accidentales en nuestra vida: tan pronto aparecen
como desaparecen. La felicidad para Aristóteles no puede ser una sensación o un
disfrute pasajero, sino, más bien, una forma de vida. que será necesariamente
estable y duradera. Para Aristóteles la felicidad es una tarea a realizar en
toda una vida, no en momentos fugaces de la misma. Y por ello, tampoco puede
ser únicamente la satisfacción de una carencia. Evidentemente el hombre feliz
no puede tener carencias, pero es necesario añadir algo más para lograr ser
feliz. Este algo más será, como veremos la virtud.
Así, Aristóteles nos ofrece una primera
definición de felicidad: actividad del alma dirigida por la virtud. Sólo el
hombre virtuoso, aquel que no sólo conoce las virtudes sino que las pone en
práctica (pues la felicidad es actividad) en su vida cotidiana, puede ser
feliz. La virtud se descubre así como uno de los componentes necesarios para
poder decir que un hombre es feliz. El hombre virtuoso halla el placer y el
honor siendo virtuoso, por lo que no necesita del placer ni del honor como algo
externo. Lo único que necesita el hombre virtuoso para ser feliz es tener
cubiertas las necesidades básicas, es decir, tener los bienes externos
necesarios para poder ser feliz. Pero si la felicidad nos remite a la virtud,
será este uno de los conceptos centrales de toda la Ética a Nicómaco, y
deberemos ocuparnos de él para comprender la felicidad de la que Aristóteles
nos está hablando. La pregunta incicial (¿Qué es la felicidad?) se convierte
ahora en una nueva pregunta: ¿Qué es la virtud?
La virtud para Aristóteles es una disposición
permanente del alma a obrar bien. El hombre virtuoso es aquel que está
predispuesto a hacer el bien, aquel al que “le sale de suyo” obrar bien. De
hecho, el propio Aristóteles elaboró una clasificación de las virtudes,
distinguiendo las éticas (aquellas que perfeccionan la voluntad) y las
dianoéticas (las que perfeccionan el entendimiento). Las éticas se forman por
medio de la repetición y las dianoéticas por medio de la instrucción.
Teniendo en cuenta esta clasificación,
Aristóteles elabora un poco más esta caracterización de la virtud y nos ofrece
otra definición: “modo de ser selectivo, siendo un término medio relativo a
nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre
prudente”. La virtud es, si nos atenemos a esta definición, una forma de
elegir. Se podría decir que el hombre virtuoso es el que sabe elegir, el que
toma la decisión adecuada en el momento justo. Aquí introduce Aristóteles la
tesis, no siempre bien comprendida, del término medio o del justo medio. La
virtud tiende siempre al medio, pero no se puede entender esto de un modo
exclusivamente geométrico, sino ético, vital, experiencial. El hombre se ve a
menudo obligado a elegir entre dos extremos, y el virtuoso es aquel que tiende
a tomar la decisión correcta, que suele situarse, de un modo aproximativo, en
un lugar intermedio. Esto no impide, por supuesto, que haya casos en los que la
decisión virtuosa esté mucho más cerca de un extremo que del otro. Además de
esto, llama la atención la última parte de la expresión aristotélica: “por lo
que decidiría el hombre prudente”. El estudio de la felicidad nos condujo a
analizar el concepto de virtud, y este ahora nos remite al de prudencia. Veamos
qué es la prudencia para Aristóteles.
La definición aristotélica de la prudencia
resulta un tanto problemática. Lo primero que hay que decir es que la prudencia
es una virtud, y una de las más importantes. Aristóteles la entiende como un
“modo de ser, racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y
malo para el hombre”. Sería prudente aquel que sabe determinar qué es bueno en
cada caso, y lo sabe llevar a la práctica. El prudente combina inteligencia y
deseo a partes iguales. Para Aristóteles el hombre es inteligencia deseante y
deseo inteligente, de modo que ninguno de los dos pueden faltar para definir al
hombre prudente. El prudente elige bien en el momento oportuno, algo que tiene
que aprender necesariamente a partir de la experiencia y, por qué no decirlo,
incluso del error. Pudiera parecer que Aristóteles cae en un círculo vicioso al
definir los conceptos esenciales de su ética: la definición de virtud nos
remite a la prudencia, y ésta a su vez a la virtud. Este aparente círculo
vicioso queda resuelto si nos damos cuenta de que la ética es una disciplina
práctica. Tanto la virtud como la prudencia se aprenden por medio de la
experiencia, y requieren un largo ejercicio. Nadie nace siendo virtuoso, y su aprendizaje
requiere largo tiempo. Llegar a formar esa “disposición permanente para obrar
bien” cuesta tiempo y esfuerzo, y requiere que el individuo pueda fijarse
además en otros hombres virtuosos y prudentes para imitarlos. El aprendizaje
moral y ético debe tener al prudente como referencia. El ejercicio y la
imitación consolidan este hábito a obrar bien en el que consiste la virtud. El
que llega a ser prudente logra, por medio del ejercicio, tomar las decisiones
correctas con facilidad, pues está habituado a ello. Como el buen arquero
tiende a acertar en el blanco, el hombre bueno tiende a hacer el bien.
Con esto podemos ya terminar de caracterizar la
felicidad. Además de referirse a esta “virtud acompañada de bienes externos”,
Aristóteles distingue varios tipos de vida, y trata de determinar cuál es el
que mejor se ajusta a la felicidad, tal y como la hemos venido caracterizando.
Así, distingue estas formas de vida:
a) Vida activa: la de aquella persona que está
comprometida con la marcha de la ciudad y que ocupa importantes cargos dentro
de la misma. Aristóteles encuentra que este modelo es muy honorable, pero está
sujeto a las circunstancias y vaivenes de la vida pública, de modo que alguien
pueda perder súbitamente el honor y la fama conseguida a lo largo del tiempo.
b) Vida placentera: la de aquellas personas que
viven centradas en el placer. Para Aristóteles no es esta una vida autárquica:
los placeres proveerían una felicidad efímera, instantánea, pero no son capaces
de proporcionar una felicidad duradera.
c) Vida contemplativa: la de aquella persona
preocupada por el saber. No se trata sólo de un saber “libresco”, sino de una
curiosidad vital, que entronca con esa admiración ante las cosas de la que
hablara el propio Aristóteles o con la frase inicial de su metafísica: “todos
los hombres por naturaleza desean saber”.
Para Aristóteles, este tercer estilo de vida es
superior a los anteriores, y por eso debe ser preferido. La vida teórica o
contemplativa proporciona saber en sí misma, y no está tan sujeta a avatares
políticos, sociales o económicos como la vida activa. Por eso, y a modo de
conclusión, podríamos decir que para Aristóteles la felicidad, la vida buena,
consiste en llevar una vida teórica acompañada de la virtud y de los bienes
externos necesarios para tener una vida digna, lo que requiere la ciudad para
su realización.
Pregunta 3
Podemos comparar a Aristóteles con Platón. Dado
que en la anterior pregunta nos hemos ocupado de la ética aristotélica,
trataremos de centrarnos en esta disciplina, pero incluiremos también alguna
reflexión sobre el carácter de la filosofía de ambos. El esquema de nuestra
exposición será:
Semejanzas:
La sabiduría como virtud.
Conexión ética-política
Diferencias:
Voluntarismo frente a intelectualismo moral.
Empirismo frente al desprecio de los sentidos.
Inexistencia de un bien separado. (el bien como
télos)
En primer lugar, una posible semejanza entre
Platón y Aristóteles es la consideración de la sabiduría como una virtud. Si en
el caso aristotélico será una de las virtudes dianoéticas más importantes,
Platón entenderá que la sabiduría es uno de los modos de acceder a las Ideas.
Escalando por los grados de conocimiento que aparecen en el símil de la línea,
conociendo en primer lugar las imágenes, después los objetos, después los
objetos matemáticos y en último término las Ideas, emprendemos también un
camino de perfeccionamiento moral, pues todo aquel que conoce la Idea de Bien
obrará también de un modo correcto. Para Aristóteles, como hemos dicho, la
sabiduría es una virtud dianoética o intelectual, y no implica necesariamente
un perfeccionamiento moral. El conocimiento no garantiza la virtud, según el
filósofo de Estagira. Sin embargo, sí que hemos visto que el amor por la
sabiduría o la vida teórica sí que es considerado por Aristóteles como una
forma de vida superior, gracias a la cual nos será más fácil lograr la
felicidad, sobre todo si lo comparamos con la vida placentera o la vida activa.
Otra de las similitudes que podemos encontrar
entre Platón y Aristóteles es la conexión entre la ética y la política. El
gobernante platónico debe ser el sabio, y la sabiduría conecta así ética y
política. Además, la división en clases sociales recuerda a las tres partes del
alma, cada una de las cuales debía aspirar a alcanzar su virtud
correspondiente. En el caso aristotélico, la relación entre ética y política es
clara. Si el fin de la ética es proporcionar un modelo de felicidad, el fin
propio de la política es precisamente organizar la polis de manera que
posibilite y facilite la felicidad de sus ciudadanos. Como veíamos en la
contextualización, el hombre es un animal social y no puede encontrar la
felicidad fuera de la polis. El hombre solitario no es autárquico ni puede
realizar el fin que le es propio (la felicidad). Sólo viviendo en la ciudad, en
contacto con otros seres humanos, puede lograrse una vida perfecta y
autosuficiente. La ciudad (la política, entendida en el sentido que le da
Aristóteles) posibilita la felicidad del individuo, que es el objetivo último
de la ética. Algo similar ocurre en el modelo que nos presenta Platón en la
República: en la ciudad justa que se nos presenta, todo individuo alcanzaría la
felicidad ocupándose de aquello que le es más propio y adecuado: los sabios
serán gobernantes, los que destaquen por su valor serán guerreros y aquellos
que destaquen por su templanza serán productores, con las condiciones de vida
asociadas a cada una de estas clases.
En cuanto a las diferencias, hay que subrayar
que Aristóteles rechaza el intelectualismo moral que, por la influencia
socrática, aparece en los primeros diálogos platónicos. Conocer el bien no es
suficiente para hacer el bien. A la inteligencia debe unírsele la voluntad, uno
de los conceptos claves de la filosofía moral aristotélica. No todo aquel que conoce
el bien, intenta llevarlo a la práctica. Es preciso, además, querer hacer el
bien. Sin el concurso de la voluntad, no se puede hablar de un hombre virtuoso.
Por eso llega a decir Aristóteles que la prudencia puede ser más importante que
la sabiduría: el prudente, sin ser sabio, hace el bien, mientras que el sabio,
por un defecto en su voluntad, puede poner su sabiduría al servicio de fines
nefastos para el ser humano. Cuando Sócrates defendía que nadie hace el mal
conscientemente, y que el mal tiene su origen en la ignorancia, era demasiado
optimista. Para Aristóteles, hay quien hace el mal conscientemente, sabiendo
que hace el mal: serían las personas viciosas, las que quieren hacer el mal.
Otra diferencia, que se deja notar en todo el
pensamiento platónico y aristotélico, es el excesivo Idealismo platónico, que
es criticado por Aristóteles. Incluso en la ética, Aristóteles destaca el
carácter práctico de la misma. Si bien las virtudes dianoéticas pueden
adquirirse por medio de la instrucción, las morales precisan del ejercicio, de
la práctica, con lo que Aristóteles se muestra mucho más realista que Platón,
para el que el conocimiento de la Idea de Bien era suficiente garantía del
comportamiento moral del sujeto. Esta diferencia entre el Idealismo platónico y
el realismo aristotélico se dejará notar también en política, donde la teoría
de Aristóteles es mucho más pragmática que la platónica, pero también en
metafísica y teoría de conocimiento, convirtiéndose en dos nervios centrales
que recorren el pensamiento de ambos filósofos. El realista Aristóteles, hijo
de un médico, apasionado de la naturaleza y fundador de la biología, frente a
al idealista Platón, de familia aristocrática, influenciado por las doctrinas
pitagóricas y muy interesado por las matemáticas.
Una última diferencia, en cierto modo
consecuencia de la anterior, es la concepción del bien. Mientras que para
Platón el bien es una Idea, existente en un mundo separado y absoluto,
alcanzable sobre todo a través del conocimiento, para Aristóteles el bien es el
télos, el fin inherente a todo ser. El realismo aristotélico no puede aceptar
que el bien de un ser tenga una existencia exterior al mismo, separado de ese
ser, y por eso, influenciado por sus estudios de la naturaleza, defiende que el
télos está en cada cosa, que debe aspirar precisamente a desarrollar ese télos
de un modo completo. Para Aristóteles es inconcebible que el bien de una cosa
esté separado de la misma, mientras que Platón argumentaría que el bien no
puede ser interno a la cosa misma, sino que el verdadero fundamento de la
realidad (y por tanto de cada cosa) está en las Ideas.
Para terminar, cabe destacar la importancia del
pensamiento aristotélico. Si bien sus idea desaparecieron para Occidente años
después de su muerte, afortunadamente su filosofía fue conservada y llegó de
nuevo a Occidente a través de la cultura árabe. Su importancia filosófica a
partir del siglo XIII está fuera de toda duda, aunque, a la vez, se le dio una
orientación a su filosofía que quizás va más allá de los planteamientos
originales del propio Aristóteles. Su realismo ha llevado a considerarle, en
cierto modo, fundador del empirismo, y en la actualidad sus ideas siguen siendo
una referencia obligada en campos como la ética y la política, donde autores
como Aubenque o Pettit han tratado de actualizar alguna de sus propuestas.